Las fiestas navideñas, que no son más que unos pocos días al año, no son un buen momento para obsesionarse con comer de manera saludable. De hecho, nunca es buen momento para ello. Lo deseable, en realidad, es convertir nuestra manera de alimentarnos en un hábito saludable que no requiera más esfuerzo del que nos cuesta decir «hola» cuando nos encontramos a un amigo o «gracias» cuando nos hacen un favor.

La reflexión anterior se resume en el concepto «competencia inconsciente» o, lo que es lo mismo, hacer las cosas bien de manera natural. Para entenderlo mejor, debemos saber que hay tres peldaños previos que hemos de subir para alcanzar este estatus:

  • 1. La incompetencia inconsciente. En este primer escalón, no hacemos bien las cosas por puro desconocimiento.
  • 2. La incompetencia consciente. En este segundo peldaño ya sabemos qué deberíamos hacer para seguir una vida sana, pero todavía no lo hacemos porque nos falta integrar en nuestro día a día una serie de habilidades, que se adquieren a base de práctica (y unos mínimos conocimientos).
  • 3. La competencia consciente. Este es el tercer escalón que tenemos que subir. Se produce cuando ya hacemos las cosas bien (como seguir un buen estilo de vida), pero aún nos esforzamos para ello; es decir, cuando nos obligamos a mantener ciertos hábitos porque sabemos que son beneficiosos.

Una vez superados estos tres peldaños llegamos a nuestra meta, la llamada competencia inconsciente. Se podría definir como el hecho de seguir unos buenos hábitos de vida de forma inconsciente, natural, ya no por obligación, sino sencillamente porque nos gusta. Así, la gente sana suele ser competente en su vida diaria de manera inconsciente, sin ni siquiera darse cuenta de ello, y todos los días del año, lo que incluye la Navidad.

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